martes, 18 de agosto de 2015

Cómo ser un escritor conocido: manual para recién llegados - Joaquín Sánchez Mariño

En un mundo pleno de aspirantes a la escena literaria, leer y escribir bien no parece suficiente; la búsqueda de un público y la autopromoción asoman como inevitables

Por Joaquín Sánchez Mariño | Para LA NACION

El señor M tiene una pequeña gema entre las manos, pero carga con la lepra: no lo conoce nadie. Ergo, nadie leyó su pequeña gema. ¿Cómo puede hacer el señor M para que alguien repare en su trabajo? En el siglo XV, pongamos que habla mal de Dios hasta quedar encadenado y recitar sus versos finales al calor de la hoguera. En el XIX escribe una profunda novela sobre alguno de los grandes temas y la gente de Londres corre a comprarla. En el XX se hace amigo de algún literato con campo y se deja llevar por la gracia de su mecenas. Pero hoy, año 2015, sus posibilidades parecen ser infinitas. ¿Cómo se hace, entonces, para ser un escritor conocido?

Mercedes Romero tiene 25 años. Empezó en el género preliterario por excelencia: el posteo de Facebook. Después entró en un taller literario con Luis Mey y su estilo fue adquiriendo likes, ese bien de cambio de la contemporaneidad. Hoy, a menos de un año de ese primer texto replicado en las redes, a Mercedes acaban de confirmarle que la editorial Notanpüan va a publicar su primer libro.

Julieta Habif, de 24 años, por estos días se está preguntando qué hacer. Tiene un blog (estoesunapipa.blogspot.com), donde escribe historias de amor. Con el tiempo fue logrando una comunidad de seguidores y le dieron ganas de tener un libro propio, pero no sabe si autopublicarlo o esperar a que alguna editorial le acepte el manuscrito. "Me gusta mucho escribir, cada vez más, y publicar me parece el siguiente paso lógico para seguir haciéndolo. Como irse a vivir con la pareja después de un tiempo de noviazgo", dice. Guillermo, librero de Eterna Cadencia desde hace 5 años, no recomienda ir por el camino de la autoedición si se pretende alcanzar el gran público: "Llegan muchas ediciones de autor a la librería, y la verdad es que muy difícilmente se les hace un lugar si no vienen con una recomendación determinada o al amparo de una editorial respetada".

Juan Sklar es un caso distinto. El año pasado publicó Los catorce cuadernos (Beatriz Viterbo), y aun siendo su primera novela, ya vendió más de mil ejemplares. Por supuesto, su libro no llega de la nada a los anaqueles. Sus notas web, "Sexo Turista" primero (publicada en la revista La única) y el más reciente "Hecho en Bangkok", donde cuenta que va a ser padre, le valieron miles y miles de lectores. Para cuando salió su libro ya había mucha gente esperándolo.

"Mi mejor herramienta de difusión fueron los textos, ellos me valieron el contagio que se generó con lo que escribo. Con la literatura no hice, en términos de difusión, nada que no haya hecho antes en otros mundos: la tele, la radio, el teatro. Pero sólo acá pasó lo que pasó. Quiero decir: la difusión sola no logra nada. Pero tampoco podemos escribir y nada más. Hay que salir a defender la obra. Tal vez me haya quedado del teatro la falta de pudor por el autobombo. El under teatral se desespera por conseguir público. Pero ojo, tiene que estar claro que la prioridad es escribir, no postear. Por otro lado, no entiendo la fantasía que se formó alrededor de los escritores: es un mundo en el que hay muy poca plata, no hay muchas mujeres ni hombres, y no hay grandes fiestas? Y sin embargo, todo el mundo quiere ser un escritor famoso. Qué sé yo".

¿Realmente la literatura -o la defensa de ella- nos muestra mejores de lo que somos? No, nos muestra solos y desesperados por saciar la vanidad de nuestro ego. Si ya sabemos que el éxito como escritor no nos deparará dinero, ni amores y aventuras, ¿por qué buscar tan desesperadamente que nos lean? Es la respuesta incómoda que nadie acepta y que Don Draper, el genial antihéroe de Mad Men, confiesa con total liviandad cuando una chica le pregunta qué hace bañado y perfumado a las tres de la mañana: "Soy vanidoso".

 

ESCRIBIR NO ES PARA TÍMIDOS

"El camino más noble y efectivo para hacerse un lugar en la literatura es leer y escribir bien. El resto son variaciones de la falta de pudor o cierto goce exhibicionista por el ridículo, cuestiones que siempre están ocultando una falta de verdadera voluntad creativa", dice Nicolás Mavrakis, periodista cultural free lance y escritor.

En esa línea está la obra de Cocó Muro. Su libro, Diez razones por las cuales usted debe tener este libro, saldrá el próximo mes por editorial Llanto de Mudo. "La estrategia de difusión es la clásica: comunicarlo por redes, generar cierta intriga y expectativa, enviarlo a los medios de comunicación que más me gustan y contarles en una gacetilla de prensa a los periodistas de qué se trata lo que les estoy enviando", explica. El suyo es un libro de listas ("literatura en potencia"), que surgió de su voluntad experimental y del buen recibimiento que tuvieron esos textos cuando los publicó en Facebook. Otra vez, el posteo como disparador, como género de acercamiento. Si de Borges se dice que además de su obra escrita está su obra oral, ¿cuántas obras hechas de posteos habrá de acá a cincuenta años?

"Todo el mundo deje de hablar ahora mismo. Presten atención. Se los dije a ustedes, se los dije a mis críticos: yo soy el más grande de todos los tiempos." Habla Muhammad Ali al comienzo de documental Facing Ali. Tiene razón el hombre: fue el mejor de todos los tiempos. ¿Pero sólo por su manera de pelear? Según Eduardo Bejuk, periodista especialista en boxeo, la revolución que causó en el mundo gracias a sus dichos, sus polémicas y su figura lo elevaron a la categoría de mito, iniciando la era moderna del deporte. Dice que Alí, sin lo que él inventó para sí, nunca hubiera sido Alí.

Y algo parecido pasa en el mundo de la nueva literatura: ya no gana el que domina el ring de la escritura sino el que mejor se inventa a sí mismo. Hay algo positivo después de todo: la ficción nunca tuvo tan buen pulso. "Pero nadie se sostiene sólo de posteos. Tiene que haber una obra detrás que lo sustente. Si no, la gente se siente estafada", dice Juan Sklar. En ese aspecto, Facebook permite ver en cámara lenta cómo van llegando esos 15 minutos de Warhol y cómo cada uno intenta retenerlos, estirarlos, reciclarlos, y finalmente dejarlos ir.

Facundo García Valverde sabe bien de qué se trata la fama. Escribió varios libros de famosos como ghost writer, y en este año la editorial Galerna publicará su novela Fama, sobre la vida de un extraño ex participante de Gran Hermano. "Cuando era más complejo publicar, había pocos puntos en común entre el mundo editorial y el de Gran Hermano. Hoy todo parece seguir una misma lógica, la de un mercado que te exige autopromocionarte: las lecturas son las presentaciones en discotecas de los ex participantes, las reseñas son los videos de tu paso por la casa, los lectores son los fans que agitan por Twitter y te votan por SMS, las roscas con otros escritores son los complots que se arman en la casa; las solicitudes de amistad en Facebook son los canjes publicitarios. Todo eso, sin embargo, no es nada; es al sexo lo que la ropa de tu pareja: lo que tenés que sacar para tener sexo. Lo único verdadero es que te lean y que los otros te reconozcan como alguien que vale la pena leer", dice.

En su mirada, un escritor que busca ser leído no lo hace por acariciar su ego: "Uno enfrenta el trabajo creativo y literario con tantas expectativas como inseguridades -explica-. Uno cree estar hablando de la soledad y, en realidad, está hablando del miedo; otro cree estar hablando de sus amigos y, en realidad, está describiendo la tragedia política de haber nacido en América Latina. Ese 'en realidad' es todo; ese 'en realidad' es por lo que la gente te lee y no tiene nada que ver con tu ambición o vanidad. En el fondo, es similar a lo que dice Hannah Arendt para el dominio político: 'Uno participa para mostrarse único en un ámbito donde nada es previsible y nada está bajo tu control'".

Adriana Amado, doctora en Ciencias Sociales de Flacso y especialista en medios, dice: "Los escritores no están lejos de los nuevos parámetros de celebridad: un escritor puede ser conocido, célebre o respetado. Son muy pocos los que tienen las tres condiciones. Las dos primeras son producto de la maquinaria de prensa de la industria editorial: entre periodistas que no leen, lo que se difunde es la solapa del libro. Además, sucede que somos más los que escribimos que los que leemos. Sobre todo porque cada vez tenemos menos tiempo de leer de tanto que nos lleva escribir. Por eso viene Amazon como justiciero universal y amenaza con pagar regalías por páginas efectivamente leídas. Yo creo que además debería descontar lo que leímos de falsas reseñas, falsas entrevistas al autor y demás delicias de la maquinaria de difusión".

Y sea por fama u oscuridad, de pronto todos queremos ser escritores. Queremos viajar a la Feria del Libro de Guadalajara y codearnos con nuestros cuates latinoamericanos mientras planeamos la revolución de la literatura, una vez más, pero para siempre. Queremos hacer frases que rompan la moda y poder descansar en lo que ya dijimos. Pero nos falta el corazón latente de nuestro sueño: nos falta haber escrito.

 

POR UN LUGAR EN LA LITERATURA

"Ser conocido puede ser un efecto secundario de trabajar mucho, moverte siempre en un ambiente determinado o ser muy bueno en Twitter. Mi táctica, que es producto de discapacidad publicitaria, es recitar en vivo y llevar los libros. Es un trabajo de hormiga pero es súper satisfactorio -cuenta Mariana Bugallo, que el miércoles que viene en Casa Brandon presentará el libro Muchacho-. Supongo, por otro lado, que los nuevos medios de difusión ayudan a que nos conozcamos entre nosotros más que a que se nos conozca".

Por su parte, Nora Galia, directora de la editorial Letras del Sur, profesora de la carrera de Edición de la UBA y especialista en Gestión cultural, dice: "En el marco de la hipermodernidad, no estamos frente a lectores sino a consumidores omnívoros. Es una tarea conjunta del editor y del autor batallar contra una constante oferta de 'entretenimiento' y de nuevos star systems. Hoy, el escritor tiene que tomar un rol activo para construirse como tal".

¿Pero qué es construirse como escritor? Primero, asumir el deseo de ser escritor, tenga sentido o no. Después, comunicar. Y comunicar es ser un escritor que postea. Intentar, claro, mantenerse en los reinos del buen gusto. Y si la competencia es feroz, bajar cada tanto al barro de la confesión y contar, por ejemplo, que uno va a estar leyendo textos en tal o cual evento palermitano. ¿Le importa a alguien? Imposible saberlo, pero la consigna es clara: el que quiere escribir, labure su perfil de escritor. Ya no más postear felices cumpleaños a la vieja ni fotos del partido: ahora sólo referencias a la literatura. Empezar a ir a encuentros a levantar la copa con extraños. Seguir escritores en Twitter, lograr en lo posible una mención de alguien respetado. Salir a la caza de notas y artículos sobre la propia novela. Y olvidar el lastre moral de la humildad. Después de todo, ¿qué es un escritor hoy en día sino alguien que proclama que sus palabras tienen un valor?

Gonzalo Garcés, director editorial de Galerna y escritor, dice: "Yo creo que los mejores artistas logran un equilibrio existencial muy delicado. Ellos saben que son boludos como todos tratando de ganarse el pan, pero saben también que la imagen mágica que proyectan no por ser falsa carece de valor. Es como la imagen de Dios para un ateo o la idealización que vos podés hacer de alguien a quien amás. Es un fantasma, sí, pero un fantasma que te eleva un poco más alto y te sirve de guía. George Clooney dijo que él no tenía Twitter porque si tenés Twitter sos accesible, y si sos accesible, no sos una estrella. No conozco a George, pero tengo el pálpito de que no cree que es una estrella inalcanzable, pero sabe que tiene que proyectar esa imagen. Es como ser padre. Ser padre, en presencia de tus hijos, es claramente ser mejor de lo que sos, porque ellos lo necesitan". Igual que la literatura, que necesita de la máquina de humo para seguir estando viva.

lunes, 17 de agosto de 2015