miércoles, 23 de marzo de 2016

Temporada de Letras en el San Martín

Comienzan las conferencias y talleres de literatura y crítica

Miércoles 16 de marzo de 2016

Con la clase magistral "La construcción verbal de Buenos Aires: una lectura posible de la literatura argentina", Sylvia Iparraguirre inaugurará mañana la temporada 2016 del ciclo de Letras de El Cultural San Martín dedicado a la literatura, la crítica, el pensamiento y la escritura.

Abierta a todo público, la charla de Iparraguirre (a las 19, en la sala D) es la primera de este año. En abril, Carlos Gamerro disertará sobre William Shakespeare; en mayo, Luis Chitarroni hará lo propio con Miguel de Cervantes, y en junio, Beatriz Sarlo centrará su conferencia en Jorge Luis Borges.

Este ciclo también ofrece talleres mensuales temáticos, a cargo de escritores y periodistas reconocidos. En los últimos años han sido docentes figuras como Ricardo Piglia, Edgardo Cozarinsky, Alan Pauls, Martín Kohan, María Moreno y Luis Gusmán. Para 2016 fueron convocados Alejandro Seselovsky, Jorge Fondebrider, Matías Serra Bradford, Pablo Schanton, Fabián Casas, Gonzalo Garcés, Federico Falco y Virginia Cosin.

El taller de Seselovsky, los miércoles de abril, a las 19, estará dedicado a la televisión. Fondebrider, en mayo, dictará el seminario "¿Qué hace contemporáneo a un poema?". En junio, Serra Bradford abordará la cuestión de la buena y la mala crítica. Schanton, periodista especializado en música, se centrará en cómo escribir sobre conciertos y discos en la era post-Internet. En agosto, Casas analizará las obras de Juan José Saer y Roberto Bolaño a partir de las tensiones y los cruces entre la narrativa y la poesía. Las clases de Garcés estarán dedicadas a la novela en el siglo XXI.

Falco y Cosin, en octubre y noviembre, respectivamente, estarán al frente de los talleres específicos sobre escritura: el primero es ideal para los amantes del género cuento, mientras que el último ("Para leer y escribir con y desde el cuerpo") está relacionado con los sentidos. Los cursos mensuales tienen un costo de 400 pesos. Las clases magistrales son gratuitas, pero requieren inscripción previa en www.elculturalsanmartin.org, donde figura la programación completa.

Cómo hacer novela policial en un país que desconfía de la ley

Entrevista al escritor Sergio Olguín.

"Acá, cuando llega la Policía comienzan los problemas y empieza la novela", dice el autor. Acaba de publicar "No hay amores felices".

Realismo-Olguin-Juan-Manuel-Foglia_CLAIMA20160318_0410_28

"Realismo vago". Así define Olguín su literatura. /Juan Manuel Foglia

Tráfico de cadáveres, adopciones ilegales, curas que abusan de menores. Todo ello, claro, con el beneplácito de las fuerzas policiales y los políticos locales. Son ingredientes con los que bien se podría cocinar una crónica periodística pero, en este caso, son los que eligió el escritor y periodista Sergio Olguín para componer No hay amores felices, la tercera novela de la serie protagonizada por Verónica Rosenthal, una periodista de investigación experta en meterse en problemas.

En charla con Clarín, Olguín contó que el policial es un género que siempre le gustó porque le parece “el mejor vehículo para contar una historia de nuestro tiempo; el policial es como la novela social de nuestros días”. ¿Por qué entonces hacerlo desde la ficción? Olguín no tiene dudas: “porque soy vago y con la ficción me divierto más”, dice con una sonrisa. Dice también que es caótico, que no tiene una rutina de escritura, pero que “cuando empiezo una novela escribo todos los días”.

Pero no siempre hizo ficción Olguín, aunque a veces diera la impresión de que prefiere olvidarlo. Ha escrito en diarios como Página/12, La Nación, Crítica de la Argentina y el País de Montevideo. Cofundó y dirigió la revista El amante del cine y más tarde fue jefe de redacción de la revista La mujerdemivida y editor de cultura de la revista El Guardian. Recibió el Premio Tusquets de Novela por Oscura monótona sangre en 2009, y ganó el Diploma al Mérito de la Fundación Konex en el rubro Novela para el período 2011-2013.

La primera novela de esta serie de policiales fue La fragilidad de los cuerpos (2012), después vino Las extranjeras (2014) y cuenta el escritor que su intención es “que la serie se componga de diez novelas”. Antes de comenzar con este proyecto, publicó libros de cuentos como Las griegas y la novela Lanús, entre otras. También escribió novelas juveniles como El equipo de los sueños o Springfield.

En esta tercera entrega de la serie, Verónica Rosenthal se enfrentará una vez más a las injusticias de un mundo que pretende cambiar desde el periodismo. Junto a ella, vuelve su eterno enamorado, Federico, y su padre, un importante abogado dueño del estudio que lleva su apellido y con el que Verónica no tiene una buena relación. En torno a ellos, religiosos, políticos, curas abusadores, chicas pobres que ni a denunciar se atreven y una monja muy especial que, con vocación de periodista, será un punto de inflexión en esta historia.

-¿Por qué eligió como protagonista de la serie a una mujer periodista?

-Cuando escribí La fragilidad de los cuerpos -la primera de las novelas que protagoniza Verónica- no sabía que ella iba a ser la protagonista, lo era su novio. A medida que iba escribiendo me di cuenta de que ella tenía que ser la protagonista. Cuando terminé la novela supe que quería dedicarle una serie a ella y a los personajes que hay a su alrededor. Quise que fuera periodista porque me interesa el debate de lo que significa hoy ser periodista.

-¿No representa Verónica una visión demasiado romántica del periodismo?

-Sí, en ese punto, Verónica es casi un personaje de ciencia ficción que mantiene puro el estandarte del periodismo sin fisuras. Ella es como somos los periodistas cuando empezamos a hacer periodismo. Cree que va a cambiar el mundo, que con su trabajo puede hacer un bien a la sociedad, que puede denunciar a los malos y proteger a los buenos. Esas cosas que después se pierden, con el día a día del periodista... el día a día del periodismo hace que uno pierda ese espíritu romántico con el que empezó. Pero tanto ella como su editora representan lo que creo que debería ser un periodista.

-Ella es una mujer poco convencional, cercana a los investigadores del policial clásico.

-Eso quería, que la protagonista fuera mujer pero se comportase como suponemos que se comportan los hombres en los policiales clásicos norteamericanos, que son tipos que viven su vida sin dar explicaciones a nadie, se emborrachan, fuman, andan con todas las mujeres involucradas en sus investigaciones, se rebelan contra sus jefes... yo quería algo así en versión femenina. Pero ella, tiene además un mundo femenino a su alrededor, con sus preocupaciones, sus amigas, su ropa... me interesaba ese cruce. El problema con el policial en la Argentina es que no es fácil que sea creíbl, porque acá una periodista como ella terminaría muerta. Así que había que darle una especie de “súper poder”, de protección, y eso te lo da un padre poderoso. El padre de Verónica dice en alguna ocasión que “él es capaz de hacer bailar sobre una mesa a cualquier juez”.

-Para hablar de temas tan reales, ¿por qué prefiere la ficción al periodismo?

-Por comodidad. El periodista tiene que investigar y hacer cosas serias y yo me divierto. Leo un par de notas que me encuentro y claro, la realidad me da siempre material. Si tuviera que inventar un género diría que hago “realismo vago”.

-¿Por qué cree que está habiendo un boom de la novela policial?

-Porque es el género que habla del presente, y a la gente le interesa que las novelas que leen tengan algo que ver con sus propias vidas, con su entorno. Y vivimos en un entorno de policial. Por más que leamos ficción, en la literatura siempre buscamos algo que sea real. Creo que es algo así como acercarse a la sangre sin ensuciarse.

-¿Hay algo que caracterice al policial argentino frente al que se hace en el resto del mundo?

-Creo que su principal característica es la desconfianza en lo legal, en las instituciones, en la Policía... eso hace que nuestro policial sea más rico. Acá el policial no termina cuando llega la policía y resuelve todo. Acá, cuando llega la Policía comienzan los problemas, ahí empieza la novela. En ese sentido creo que es más rico que, por ejemplo, el policial nórdico, aunque uno añora esa estructura, acá hasta el final no sabés quién es el bueno y quién es el malo. El policial en la Argentina está marcado por la desconfianza y la paranoia.

-¿Qué aportan las escenas eróticas a sus novelas?

-Hay una gran pacatería respecto al tema del sexo en la literatura argentina... y en la sociedad. De ese tipo de cosas se han hecho cargo zonas marginales de la literatura, como la romántica, pero aún no aparece en los género que se supone entran en los cánones literarios. Además, me gustan las escenas literarias porque calientan, y eso está bueno.

Poesía y narrativa, dos géneros en contacto

La escritura de versos y de relatos no es necesariamente excluyente, como lo demuestra la obra de muchos autores argentinos

Edgardo Scott

PARA LA NACION

Domingo 13 de marzo de 2016

literatura-2171407w620

En agosto de 1947 en el Centro Cultural Fray Mocho de Buenos Aires, Gombrowicz dio su ya célebre conferencia "Contra los poetas". El texto es una joya. Gombrowicz arremete contra lo que él denomina la "poesía pura", la poesía en verso que los poetas cantan con estilo "hermético y unilateral". Sin embargo, el escritor polaco no está rechazando la poesía: está rechazando a los malos poetas o a los poetas falsos, porque, dice, "cuando la poesía aparece mezclada con otros elementos, más crudos y prosaicos, por ejemplo en los dramas de Shakespeare, en las obras de Dostoievski, de Pascal, o sencillamente, en el crepúsculo cotidiano, tiemblo como cualquier mortal".

¿Era justa su lectura? ¿Ha cambiado algo desde entonces? Tal vez lo que hace ya casi setenta años Gombrowicz supo reconocer era la delimitación de un género y de un campo. La poesía que otorga a la escritura en verso la virtud de contener alguna "esencia" de la poesía. La Historia de la literatura cambia y eso también afecta su representación. Parece incuestionable que desde que la poesía se establece como género y como campo (a fin de cuentas, en un proceso similar al del teatro o al de la narrativa), empieza a divorciarse, a apartarse, a aislarse del resto de la literatura. Y también al revés, porque como los escritores que escriben relatos o novelas o ensayo ya no podrán ser poetas, al devenir "narradores", "novelistas", "ensayistas", también ellos se desentenderán sin culpa de la poesía. Sembrada la división (no la diferencia), sembrada la discordia. Así, muchos escritores en prosa no tendrán el hábito de leer poesía. Jorge Fondebrider, poeta y traductor, los ajusticia: "Peor los narradores que no leen poesía./ Analfabetos". Pero tal vez esos versos de Fondebrider encierren más que una violencia o un desprecio, una queja, un malhumor, una nostalgia, una pena.

 

Los anfibios

"Todo eso abunda: faltan los poetas", escribió justamente en un poema Fogwill. Y Fogwill es uno de esos escritores que, pese a ser reconocido como narrador y cuentista, es sobre todo un poeta. Si con sus libros de poemas no alcanzara (Partes del todo, Últimos movimientos), también habría que dimensionar la poética de sus relatos y sobre todo, la poética presente en su figura.

Otro ejemplo es Elvio Gandolfo, que despliega sus versos en el reciente El año de Stevenson. ¿Debajo? de la piel de narrador y crítico, Gandolfo hay también un poeta. El año deStevenson incluye la voz, la música, el ritmo y la metafísica de cualquiera de sus textos en prosa, y sin embargo, con un solo poema de aquel libro, "El día después", bastaría para el otro diploma. O Luis Chitarroni -en breve se publicarán sus poemas-, que hasta ahora les ha tendido un sinfín de trampas poéticas a sus libros en prosa. Es que la lengua de ciertos escritores es anfibia y, sin desconocer los géneros, puede encontrar en ellos otra forma, una forma nueva y también propia. Borges sería un ejemplo ilustre. ¿De qué modo actúa la lengua borgeana en cada género? ¿Es el mismo Borges el de Ficciones que el de El otro, el mismo? Si bien decir que sí, a secas, es cómodo, decir que no parece frívolo.

 

La prosa y lo apenas narrado

Jorge Quiroga pertenece a la generación de la revista Literal. Hace poco salió El pasado irreal, un libro de poemas sosegado y precioso. ¿Qué pasado no es irreal? Laura Estrin acierta en el prólogo, "Paisaje leve, propio. Apenas narrado". Ese giro es clave: apenas narrado. La poesía como una narración apenas. La poesía reside en esa dimensión adverbial, en lo que el verbo (narrar), tan contundente, tan esclarecido, se interrumpe, vacila, se precipita. "Lanús es un barrio/ que desapareció para nosotros./ Sólo un desmemoriado/ buscará el pasado /como si estuviéramos allí."

Quiroga sabe que la poesía se mueve en esa topología: un presente incierto, un futuro improbable, un pasado irreal. La narración cede a la información, la poesía no. Juan José Saer lo detectó y explicó con sabiduría: "Prosa: instrumento de Estado. [...] En prosa se escriben cartas, tratados, revistas, proclamas, facturas, denuncias, legajos, manuales. Todo lo que ya es conocido y se quiere hacer saber a otros, todo lo que es preciso y útil se escribe en prosa." Habría que decir: para todo lo demás existe la poesía. Nada es casual. Posiblemente Saer represente, para el Río de la Plata, el autor emblemático de una narración subvertida por la lírica. Cuando la narración pretende no dudar, la poesía siempre está dispuesta a equivocarse, a arrepentirse, a acertar sin buscarlo. A arriesgar.

 

El poeta que narra

Ricardo Zelarayán supo dar una de las más precisas y sugerentes definiciones de poesía: la mayor tensión de lenguaje en un tiempo determinado. De este modo, también sitúa lo poético fuera del corral o la convención del verso. Él mismo lo pone a prueba en la novela La piel de caballo: "Un fuerte chaparrón me despabila del todo. ¡Ah?! Chapa, chapa, chaparrón. ¡Puy, puy, puy! ¡Qué lindo llueve sobre el galpón! Y enseguida Villa Mercedes se me pierde en la memoria en el medio de la lluvia." Ahí están, narrados, el impudor, la música, el misterio del poema. Zelarayán es parte de una estirpe, como Néstor Sánchez, como Carlos Correas, como el primer Luis Gusmán, como ciertos pasajes de Aurora Venturini. Narradores que por momentos caen en trance. Una estirpe que sigue encontrando relevos.

Matías Alinovi narra su novela La reja con momentos alucinados de endecasílabos: "Las marcas aserradas de la nieve, la forma ideal de los cristales, con las puntas de flecha repetidas, ordenadas en grupo bajo el vidrio, por zonas de cardúmenes helados surgidos de los golpes formidables". También Ariana Harwicz, que escribe una prosa con grandes rachas y enviones líricos; en Precoz: "Como en las fondas y los silos, el tufo del paso de los animales, como los desperdicios de aves de corral. Como la lobreguez de los vacunos en el camión al degolladero. Y con mi hijo todavía de espaldas en la cocina me veo morir". Recursos, elementos, figuras poéticas asaltando la prosa y ampliando sus márgenes.

 

Como si fueran bígamos

Y así como ciertas escrituras narrativas incluyen la operación poética en su lenguaje, hay escritores que separan los tantos. Escritores que han publicado más en narrativa, que publican sus poemarios en sellos de poesía. O poetas que en algún momento escriben novelas, ensayos, cuentos, incluso crítica. Jorge Consiglio, Andrés Neuman o Pedro Mairal serían ejemplos de lo primero.

Por otro lado, autores como Fabián Casas, Gabriela Bejerman o Washington Cucurto, que "vienen" de la poesía, y que un día empiezan a publicar relatos, ensayos, novelas. En cualquiera de los dos grupos, sí parecen funcionar los géneros y, por lo tanto, el pasaje de un género a otro. Como si su lengua pudiera infligirse los cambios necesarios para jugar, de manera distinta, a juegos distintos.

 

Una poesía que cuente

En su último libro de poemas, América, Horacio Zabaljáuregui consigue el hechizo del poema explorando recuerdos que giran en torno a un lugar: el del nombre del título, una América que es también un pueblo de la provincia de Buenos Aires. "Había atravesado la noche, alguna vez en pullman;/ las ventanillas herméticas no dejaban entrar la tierra ni los panaderos como en/ primera: se podía ir al vagón comedor." Son versos, podría decirse, muy narrativos. Algo similar ocurre con varios poemas de Sandro Barrella. O con los del ya nombrado Jorge Fondebrider. Es que a veces, como dijo el editor y poeta José Luis Mangieri, "la belleza del poema no está solo en su perfección literaria sino también en lo que cuenta".

Para concluir. Alfonso Reyes termina su carta "Sobre la perennidad de la poesía" con una anécdota: "En cierta novela libertina del siglo XVIII una mujer le dice a su amante, tras haber agotado todas las experiencias imaginables: Ahora casémonos. Yo iré vestida de blanco. Nada más excitante que la pureza".

¿Pureza? Una forma. No hay poesía ni poetas puros. Ahí están para probarlo los libros de Alejandra Pizarnik, de Roberto Juarroz, de Oliverio Girondo, de Olga Orozco, de Edgar Bayley, de Alberto Girri y aún más cerca en el tiempo, los de Irene Gruss, Alberto Szpungberg, Arturo Carrera, Eduardo Mileo, Jorge Aulicino, Diana Bellesi, Tamara Kamenszain, Mercedes Roffé. La lista podría seguir y seguir.

Justamente Mercedes Roffé, en su inédito Glosa, reflexiona -y es como si le contestara, como si tomara la palabra después de Gombrowicz- sobre la función de la poesía hoy: "Traer al poema otros discursos, otros saberes. El hacer del poema un espacio ya no de aleatoriedades sino de aleaciones, de fundiciones, de refundiciones. Pero no de los materiales ya probadamente 'poéticos' [...] sino acarreando material de otras tierras. El poema como forja y como fragua. O sembradío".

La poesía no es un género. Pero tal vez haya que lograr para su lectura la misma disposición, la misma sensibilidad hacia el presente que la que se suele asumir hacia el pasado. Cuando se va hacia el pasado, quizá gracias al aura del prestigio, a nadie le importa en qué escribieron Dante, Tolstoi, Baudelaire, Homero, Shakespeare, Eliot, Hemigway, Flaubert. Habría que recuperar para la lectura motivos o razones más intuitivas, más personales, sin asesoramientos ni rankings. Que la lectura misma sea un acto poético.

Cómo publicar el primer libro: manual de uso para dejar de ser inédito

El camino que lleva a los autores de ficción a su debut es arduo; siete consejos de agentes y editores, independientes y de grandes grupos, sobre qué hacer (y qué no)

Daniel Gigena

LA NACION

Miércoles 02 de marzo de 2016

literatura-2166045w620

Guillermo Schavelzon, ex editor de Alfaguara y Planeta y actual agente de varios de los autores más importantes del país -entre ellos Claudia Piñeiro y Ricardo Piglia-, comenta que dejó inconcluso un libro que se iba a titular Cómo ser publicado. Allí quedó registrado someramente su modus operandi, que incluye llamados telefónicos o correos entusiastas con archivos adjuntos que detallan la obra en oferta, y también, más allá de la retórica de la persuasión de su oficio, el aviso de que el momento de contratación de un inédito es "un momento mágico".

A continuación, Schavelzon deja en claro que a la magia hay que darle una mano: "Creo que el escritor debe ocuparse de escribir; yo he visto a lo largo de varias décadas que una buena novela o un buen libro de no ficción, al que muchas veces nosotros mismos en la agencia no podemos prestar atención y decimos que no, termina publicándose. Esto no sucede sólo en la Argentina, sino en todo el mundo".

Sin tener en cuenta la edición de autor, la que el escritor paga de su propio bolsillo, y que tiene en el ambiente literario un injustificado halo de desprestigio, ¿cuáles son los consejos de editores de empresas transnacionales y de sellos locales independientes a los inéditos que quieren publicar su primer libro de ficción?

 

No creer que todo es publicable

"Antes de empezar a publicar, durante todos esos años que parecen interminables, pensamos muchas veces que vamos a ser inéditos toda la vida -señala Ariel Bermani, autor de Vagón y Leer y escribir, entre otros títulos, y editor en el sello Conejos-. Esa sensación tan común de que, si no publicás, no sos un escritor pesa. Pero, me parece, es importante no perder la calma. Saber que, para publicar, primero hay que escribir, que no todo lo que escribimos es publicable."

 

Corregir y corregir

Muchas veces los inéditos llegan a las editoriales con faltas de ortografía y errores de sintaxis que desalientan a los responsables de leer el material. "Hay infinitas razones para publicar (y no publicar) el primer libro de un autor: en primer lugar, le exigiría que no parezca un autor primerizo. En todo sentido, desde los aspectos formales hasta los ortográficos", dice Gabriela Massuh, responsable del sello Mardulce por varios años. "La corrección de un libro puede llevar meses, incluso años -agrega Bermani-. Corregir hasta encontrarle la vuelta al material, en esa tensión amable y de pura creatividad que se establece entre el autor, sus amigos, el editor y todos los libros que leímos y los que vamos a leer."

 

Informarse antes de hacer envíos

"Los comentarios más habituales de los escritores que no consiguen agente o editor (los blogs están llenos de esas quejas) muestran que han hecho envíos sin ton ni son. Hay un trabajo previo que hacer." Desliz grotesco en tiempos de abundante información en páginas de Internet, redes sociales y, como señala Schavelzon, librerías con personal calificado. Glenda Vieites y Julieta Obedman, editoras de Penguin Random House, sugieren posibles vías de llegada a las editoriales: "Recomendaciones de otros autores, conocimiento del propio editor de voces que comienzan a destacarse en talleres o editoriales pequeñas e independientes... Si uno participa del mundo literario, también sirve el contacto con otros autores, con editores, periodistas culturales, talleres literarios".

 

Tener paciencia y perseverancia

Son dos virtudes modestas, pero valiosas a la hora de iniciar una carrera literaria. "Un escritor o una escritora novel tiene que armarse de paciencia porque publicar no es fácil. Pero está claro que tampoco es imposible -dice Mercedes Güiraldes, de Emecé, que edita a Pedro Mairal-. Le conviene empezar por mostrar su trabajo en las editoriales más chicas, que están a la caza de nuevos talentos y, a la vez, no acceden fácilmente a los autores consagrados, en general reservados a las editoriales grandes. Así se da un cierto equilibrio bastante natural."

 

Participar en concursos

"Los concursos literarios en todo el mundo de habla hispana son otra opción valiosa a la hora de publicar una primera obra -dice Güiraldes-. Autores de prestigio han surgido de concursos y hoy, Internet mediante, es mucho más fácil que antes acceder a ellos." En esto coinciden sus colegas de Penguin Random House cuando mencionan los premios de novela Clarín y Alfaguara.

 

Mostrar calidad e interés

¿Qué debe poseer un inédito para captar la atención de los editores? Glenda Vieites, que editó a Pola Oloixarac, y Julieta Obedman responden: "Que nos parezca que merece ser publicado. Se evalúa el valor literario, el interés que puede despertar en los lectores, que sea un autor que tiene algo novedoso para entregar en la literatura local y, sobre todo, que tengamos ganas de seguir leyendo futuras obras".

 

Dialogar con la época

"Quiero que ese libro signifique una ruptura: de su generación, de sus maestros, de los escritores que admira. No quiero ver rastros literarios evidentes en su prosa, ni diálogos con sus coetáneos, ni parodias de obras clásicas. Quiero que salga de la literatura y sus mundillos", opina Massuh. "Quiero que dialogue con su época, que comulgue con ella, que la critique, que le demuestre su malestar y me ayude a mí a entenderla."

viernes, 18 de marzo de 2016

Erri de Luca–entrevista

De: http://www.clarin.com/cultura/Erri-Luca-verguenza-sentimiento-politico_0_1541246309.html

-¿Cómo llega usted a la semilla de una novela o un poema?

-Un recuerdo repentino me produce el deseo de estar de nuevo con esas personas o en ese lugar del pasado. Escribiendo hago durar el recuerdo. Del destello de un recuerdo nace una novela o un poema. En ruso se llama “Iskra” (chispa). Ese fue además el nombre de un periódico revolucionario. La memoria tiene algo de esa chispa revolucionaria.

-¿Qué hace inevitable que su biografía entre en su ficción?

-Soy un narrador de historias que sucedieron. Sin la experiencia no sabría escribir nada. Debo a la realidad la posibilidad de transformarla en materia narrativa, en ficción. Publiqué mi primer libro a los 40 años, por casualidad. Una amiga acaba de entrar a trabajar en la editorial Feltrinelli y les dio para leer un cuento mío. Pero desde chico me hice compañía con la escritura. Pongo en mis cuentos pedazos de mi vida, de las personas que he conocido. Sin esas experiencias no habría sabido qué inventar. Escribir me produce alivio. Después de una página escrita renuevo la sorpresa de ser escritor.